"Emergemos al ser por el lenguaje. Desde la cuna, nos vamos entretejiendo como humanos en una relación íntima con las palabras y los gestos. Todo nos habla, todo nos llama con palabras y gestos. Nada más ni nada menos, estamos en medio de la palabra, constituidos en lo profundo por ella.
Pero las palabras son el rostro del otro, y pueden ser
terribles, cargadas de violencia, o dulces como las primeras mieles. Y también
pueden ser pobres, apenas balbuceos vacíos, estrechos, incapaces de abrirnos al
mundo. No tenemos otra apertura al mundo que la mirada, la caricia y la
palabra. Cuando ellas se cierran apenas si nos asomamos a un espacio infinito.
… aquello de los hombres que veían demasiado lejos y fueron
condenados por los dioses a la condición humana, a ver sólo de cerca. Si a esa
cercanía le sumamos la estrechez del lenguaje, de la caricia y la mirada, poco
nos queda como camino a la humanización. ¿Qué es ésta sino el intento de
ampliar ese horizonte demasiado cercano? ¿Qué ha sido sino el incesante
esfuerzo por mirar y sentir más allá de tanta cercanía?"
Daniel Prieto Castillo